domingo, 9 de mayo de 2010

FABULA DEL PILLO

Había una vez un pillo que muy de vez en cuando visitaba el pueblo, siempre que necesitaba algo. Pero éste había colmado ya la paciencia de todos los vecinos, que conociéndolo por anteriores pesquisas, estaban hartos de su actitud.
Fue apresado, señalado, cubierta su cabeza con un saco y dejado en la plaza para burla y posterior ejecución.

Pero siempre hay algún incauto que vive despegado y ajeno a todo.
Un pastor que regresaba tarde del monte de recoger a sus ovejas, lo vio y le preguntó. ¿quién eres, y qué te ha pasado?
El pillo contestó: como siempre he estado ayudando a los habitantes de este pueblo, me tienen aquí porque mañana me quieren hacer un regalo. Quieren llevarme a un sitio y como es una sorpresa me tienen atado para que no me marche y tapado para que no vea nada.
Siempre he sido una persona afortunada y no necesito esos presentes. Quizás tú te quieras cambiar por mí. Seguro que no les importa que otra persona disfrute del obsequio, sabiendo cómo soy y que una persona como tú nunca ha tenido algo parecido.

El pastor se quedó pensando un momento pero apenas lo dudó. ¡De acuerdo!...

A la mañana siguiente todo el pueblo fue a buscar al pillo, lo cogieron en volandas y fueron hasta el acantilado. Allí lo lanzaron al mar y regresaron a sus casas.
La sorpresa fue mayúscula cuando los vecinos que estaban ya en sus hogares vieron al pillo que entraba por la calle principal detrás de un gran rebaño de ovejas.
Todos salieron a contemplarlo atónitos. ¿qué haces aquí? ¿cómo has podido volver? ¿y este rebaño?

Ya veis, a todo el que se arroja al mar le recompensan con un rebaño tan magnífico de ovejas como este.
Y sin preguntarle nada más, todos corrieron a tirarse por aquel acantilado.

Moraleja: En esta vida hay que tener mucho cuidado con las apariencias y lo que nos dicen. Las personas y las cosas no siempre son lo que parecen, sino que hay que preguntar un poco a unos y otros para llegar a averiguar cómo son realmente y distinguir cuál es la verdad.

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